25 Mar
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Trabajar en equipo no es solo un requerimiento básico en nuestras organizaciones sino que es incluso parte de nuestra propia naturaleza humana. Somos seres gregarios y como tales, actuamos conforme a conductas que nos permitan pertenecer a un grupo, alinear nuestros objetivos a los de la comunidad y adoptar roles que permitan el trabajo armonioso para lograrlos. Dentro de estos roles, el más estudiado es el de la figura del líder, ya que será quien facilite la interacción y al final direccione el rumbo que sigue el conjunto. Anteriormente se dotaba al rol del líder gran parte del poder sobre la toma de decisiones y la responsabilidad sobre los resultados. Sin embargo el entorno VUCA y altamente acelerado dentro de las organizaciones requieren adoptar una nueva visión sobre el papel del liderazgo.

Podemos englobar las tareas del líder dentro de tres funciones principales: establecer y compartir una visión, inspirar y motivar acciones para alcanzarla y gestionar los procesos internos de los equipos de trabajo. Es en esta última dónde podemos hacer algunos ajustes que resultaran en una mejor ejecución por parte del equipo.

Cuando hablamos de gestión lo relacionamos usualmente a la asignación efectiva de recursos para conseguir un resultado. En términos de gestionar procesos interpersonales el significado es el mismo aunque los recursos a que nos referiremos no son tangibles. Cuando nos encontramos en un ambiente cambiante y que requiere una rápida adaptación de la organización es importante que cómo líderes nos enfoquemos en cuatro en particular:

1. Gestionar la atención:

Mantener en enfoque en la visión, asegurar que la toma de decisiones en diferentes niveles y áreas permanece alineada a la intención establecida. Asegurar que los integrantes encuentran sentido al rumbo establecido y rectifican oportunamente cualquier desviación para generar sinergia.

1. Gestionar el significado:

En medio del aparente caos producido por constantes cambios, debemos mantener clara la intención y facilitar su aceptación compartiendo los beneficios, midiendo y reconociendo avances así como estableciendo con claridad cuál es la contribución de cada integrante para el resultado final.

1. Gestionar la confianza:

Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, lograr coherencia entre intenciones, palabras y acciones. Delegar, siempre verificando resultados. El líder debe ser formador de más líderes. Replicar su función visionaria e inspiradora en otros para acelerar la toma de decisiones y acciones. Asegurar que la organización mantenga la suficiente libertad para moverse con la velocidad requerida con el nivel de control adecuado.

1. Gestión de sí mismo:

Quizá el factor más importante para un líder: auto conocerse y auto gestionarse. Y a su vez, desarrollar la misma habilidad en el resto del equipo de trabajo. La búsqueda del equilibrio emocional para afrontar el conflicto y desgaste usando la energía propia y del equipo de forma constructiva y positiva.

Más allá de preocuparnos por qué necesita hacer mi equipo de trabajo para lograr mis objetivos, nuestro rol como líderes es preocuparnos por inspirar y proveerles lo necesario para que ellos alcancen sus objetivos, por supuesto, alineados con los nuestros. La magia está en lograr catalizar el potencial individual para que el resultado en conjunto no solo sume sino multiplique.

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